Angustias viste un luto deslucido, comido por el sol hambriento del patio interior. Nadie en la finca sabe a quién se lo guarda pues llegó ya con él y ella es más de silencios que de dar explicaciones. Si te aventuras a preguntar cómo está, por toda respuesta lanza un suspiro largo que no cesa hasta que no se te mete bien adentro y te contagia su pena, que no por ser ajena duele menos.
La primera afectada fue Felicidad, la del primero, que estuvo sin pintarse las uñas ni ponerse tacones una semana. Después le tocó a doña Rufina, la portera, lloró durante tanto tiempo que la portería se le llenó de renacuajos diminutos, casi transparentes.
Al que más o al que menos le ha salpicado la pena de doña Angustias y cada uno la lleva como puede. A mí se me ha metido dentro al abrir para ventilar y llevo días sin salir, presa de malos augurios. Me ha telefoneado el vecino del quinto, dice que él tiene el remedio, que si quiero baja y me la quita. Le he instado a que pruebe antes con doña Angustias, los males hay que cortarlos de raíz.
¡Qué bonitísimo!
ResponderEliminarPues sí, mejor es que pruebe con esa Angustias, tan contagiosa y por si acaso, mejor...
ResponderEliminarQué bonito!!
Besicos muchos.
Muchas gracias Nani y Margarita!
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