ELEVARSE
Recuerdo un globo rojo
elevándose hacia un cielo plomizo. Recuerdo unas manos ancianas moviéndose en nuestra dirección, en aleteo indeseado. Sentí un nudo que me encogía las entrañas, pero
no lloré. Se lo prometí a papá cuando me habló por última vez, y por primera de
hombre a hombre. Mamá si lo hizo mientras consolaba a Amín que gimoteaba reclamando
su globo.
A partir de ahí los días y
las noches fueron solo escalones que conducían a nuestra meta. El mar nos
zarandeaba, rugía como si nuestro bote arañase su piel. Cuando avistamos la costa,
la tormenta intensificó su furia y jugó con nosotros.
Desde la camilla veo el
cuerpo de Amín, incompleto sin el abrazo de mamá, tendido en la arena. Alguien
lo cubre con una manta. Un globo rojo medio deshinchado aterriza a su lado. Anochece.