Era famosa por sus aciertos adivinando el futuro. Su cliente la observaba expectante. Extendió las cartas con habilidad, adoptó una expresión enigmática, apartó el velo que caía sobre sus ojos, miró al vacío, dio espacio a un silencio largo y espeso.
Finalmente, habló:
Finalmente, habló:
-Puede irse querida. Algo va mal, no fluyen las energías. No voy a cobrarle la consulta.
Mientras la joven salía, ella se apresuró a cerrar la ventana. No sirvió de nada, el estrépito causado por el mortal atropello fue tan brutal, que llegó nítido a sus oídos.