Coloca el jarrón en el centro de la mesa pero no se va. Lo mira fijamente y lo mueve un poco, apenas unos centímetros; sigue contemplándolo y sus manos comienzan a sudar: no está bien centrado; lo gira otro poco, baja el tallo de una flor que sobresalía hacia la derecha rompiendo una armonía que sólo está quebrada en su cabeza. Después gira el tapete sobre el que colocó el jarrón y mueve la mesa alineando sus patas con las rayas rectas que marcan los azulejos en el suelo. Ahora las sillas. No consigue que coincidan totalmente, al mirarlas de lejos se observa la imperfección pues la primera silla no oculta del todo el respaldo de la segunda, más sudor perla de finas gotas su frente.
Da unos pasos hacia la puerta decidida a marcharse, de soslayo observa que hay más flores amarillas en el lado izquierdo del jarrón que en el derecho.
Vuelve para corregirlo. Una punzada en su corazón impide el movimiento de su cuerpo, su vista se nubla, y su última visión (el dominio de las flores amarillas sobre las rojas), hace que una sensación de impotencia, torpeza y fracaso, alce una barrera infranqueable entre el aire y sus pulmones.
Da unos pasos hacia la puerta decidida a marcharse, de soslayo observa que hay más flores amarillas en el lado izquierdo del jarrón que en el derecho.
Vuelve para corregirlo. Una punzada en su corazón impide el movimiento de su cuerpo, su vista se nubla, y su última visión (el dominio de las flores amarillas sobre las rojas), hace que una sensación de impotencia, torpeza y fracaso, alce una barrera infranqueable entre el aire y sus pulmones.
Uf, qué perfeccionismo agobiante el de la protagonista de tu relato. Sin duda una esclavitud que genera ansiedad y depresión.
ResponderEliminarMe gusta como lo cuentas, Esperanza.
Un abrazo.
Saraaaaa, no soy Esperanza, soy Yolanda, jaja, de tantos blog's ya se mezclan hasta los nombres.
EliminarHe pretendido agobiar y encerrar al lector en la manía de la prota, si lo he conseguido, un poco, me doy por satisfecha.
Un abrazo.
Uf, me has puesto nerviosa, Yolanda. Sé que es una exageración, pero a veces me sucede algo similar, aunque no termina en infarto :), pero sí me deja un sentimiento de fracaso, de ansiedad contenida (a veces retiro un óleo del caballete porque si no siempre me parece que le falta el "último toque").
ResponderEliminarUn perfeccionismo como el de tu protagonista es patológico, pero existe.
Un beso, no un abrazo, no un beso y un abrazo,...
Pequeñas manías tenemos más o menos todos, pero lo grave es cuando son exageradas y se convierten en algo patológico.
EliminarRecojo agradecida tu besos y abrazos.
Sí lo has conseguido, Yolanda, una atmósfera muy agobiante.
ResponderEliminarGracias Magda por pasarte.
Eliminar;)
Me ha gustado mucho, Yolanda. Conozco a una persona así y me resulta un poco cargante. Has descrito muy bien la sensación.
ResponderEliminarPues sí, la verdad que no debe ser fácil; creo que algun@s famos@s lo padecen. Un saludo, Amparo.
EliminarEl perfeccionismo nos convierte en personas infelices. El que narras es obsesivo, y transmites perfectamente la sensación de agobio al lector (por lo menos en mi caso). Yo soy de las que colocan los cuadros en recto, paralelos al suelo, pero no llego al extremo de tu protagonista. Lo mío creo que será sólo una manía que en un par de sesiones...já,já, puedo corregirlo.
ResponderEliminarUn beso para tí y desde hoy: ¡nada de poner en orden las flores!.
Jeje, bueno Laura, sigue colocando así los cuadros que es como deben estar.
EliminarSaludos.
Este micro describe perfectamente el calvario que supone un trastorno obsesivo compulsivo en la vida de alguien, Yolanda. Has sabido darle no sólo la profundidad que requiere la historia, sino -además, para engrandecerlo- el ritmo que traslada la ansiedad al lector, en el que la progresión dramática del personaje mueve el péndulo narrativo.
ResponderEliminarBrillante.
Un abrazo,
Agradezco tu comentario Pedro, siempre es un placer leer tus opiniones.
EliminarLa verdad que no conozco a nadie que padezca ese trastorno, pero supongo que debe ser un auténtico calvario.
Abrazos voladores.
Un horror, muy bien contado.
ResponderEliminarTiene que ser horrible
Saludos Luisa, un placer tenerte por aquí.
EliminarLa O!!! he tenido que suspirar profundo para coger aire al final... Qué agobiante, Yolanda. Qué bueno el ritmo. Felicidades
ResponderEliminarGracias por pasarte, ;)
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