EL CAPÍTULO PERDIDO DEL PRINCIPITO
En un planeta del tamaño de
una pelota vivía un anciano con la única compañía de un grueso libro que leía y
releía constantemente. Sólo abandonaba la lectura al anochecer.
— ¿Qué haces? —Preguntó el
principito.
— Leo. Contestó el anciano.
— ¿Y qué lees?
— El Libro de las Verdades
Absolutas. Este libro contiene todas las respuestas a las dudas que puedan
asaltar al hombre. —Contestó el interpelado.
— ¿Para qué necesitas leer
siempre el mismo libro?
— Debo hacerlo. Tengo que
estar preparado por si alguien me hace una consulta.
— No se ve a nadie por aquí,
—observó el principito mirando a su alrededor. —¿Te han hecho muchas
consultas?
— Ninguna, pero nunca se
sabe. Debo estar preparado. —Contestó el hombre.
El principito pensó en su
problema y en que sería un honor para el anciano recibir por fin una consulta.
— ¿Podrías buscar en el
libro lo que yo te pida? Preguntó con la esperanza de que la solución a su
dilema sobre la rosa y el cordero estuviera dentro del grueso tomo.
El hombre no contestó. Ni
siquiera levantó la vista.
Para el principito el
silencio nunca había sido una problema. Así que insistió.
— ¿Dentro de ese libro se
explica qué hacer para evitar que un cordero se coma una rosa?
El lector, pasó página y contestó.
— Pequeño, en este libro se
tratan únicamente cosas importantes, cuestiones que un niño como tú no podría comprender.
El principito constató, con
pena, que no era verdad aquello de que todos los hombres que leen son sensibles
e inteligentes.
Anochecía. El hombre cerró el
libro y se acostó sin ni siquiera dar las buenas noches.
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