"LA BOLA DE CRISTAL"
Volver a casa, a la casa donde
pasé mi infancia, para poner el cartel de “se vende”, no fue fácil. Nada más
colgarlo de la puerta sentí que abría una herida en la piel de la vivienda. Ya
dentro, me apresuré a cubrir con sábanas los muebles que no dejaban de escupir
recuerdos. En el desván llamó mi atención una caja con el rótulo de “Navidad”,
pese a la urgencia por escapar no pude vencer la tentación de abrirla. Dentro,
aplastado por el olvido, había un montón de espumillón junto al Niño Jesús
temblando de soledad y unos pastores tan descarriados como su rebaño, en busca
del portal. La mayoría de las figuras sufría algún tipo de mutilación, ovejas con tres patas, pastores con un solo
brazo, magos sin magia…
Al fondo de la caja estaba
la bola de cristal que me trajeron los Reyes cuando tenía siete años. Aún
recuerdo lo feliz que me hizo encontrarla en mis zapatos de charol. Ninguna de
mis posesiones posteriores ha logrado hacerme sentir tan especial.
La agito esperando ver la
nieve de mi infancia cubriendo con su manto los diminutos tejados de las
casitas, pero en lugar de eso muestra mi pequeño apartamento en la ciudad que
aparece frío y desangelado pese a estar decorado a la última. El salón, con su
sobriedad y sin ningún adorno navideño, semeja una oficina. El calendario
señala veinticuatro de diciembre, la mesa está dispuesta para un solo comensal.
La muevo otra vez con fuerza
esperando ver por fin simplemente nieve llenando la bola. En lugar de eso veo
la casa en la que estoy con una familia que no conozco reunida junto a la
chimenea, a su lado, el belén de escayola luce espléndido, sin mutilaciones ni
huellas de desamparo. El calendario señala un veinticuatro de diciembre del año
que se aproxima.
Siento la urgencia de
agitarla otra vez esperando ver las pequeñas motas blancas cayendo sobre los
tejados de las casitas del interior de la bola y recobrar, aunque sea por un
instante, la sensación que sentí de niña. Pero al moverla resbala de mis manos
y se estrella contra el suelo. De ella solo quedan un montón de vulgares
cristales.
#cuentosdeNavidad
Me encanta el texto, plasmas los sentimientos con soltura y llegan de forma directa a quien lo lee. No obstante ¿los cuentos navideños no terminan bien? es que este da una pena...
ResponderEliminarEnhorabuena.
Muchas gracias por tu opinión, Manuela.
EliminarYa sabes que los cuentos pueden tener finales diferentes, y que, al igual que en las cosas que nos suceden en la vida, no siempre son los que nos gustarían.
Saludos.