"DISTANCIAS"
Desde la casa de Damián se ve el camposanto. Tiene trescientos nichos, doscientas lápidas y treinta casitas de esas que estuvieron de moda solo unos años, pero no terminaron de cuajar. Sí, la muerte también sabe de modas. Que se lo digan a él que lleva cuarenta años cuidando el cementerio.
Conoce las malas
hierbas que se abren paso junto a las tumbas, sabe de los tipos de
musgos y líquenes que se adhieren a los panteones y de los mejores métodos
para eliminarlos. El enterrador se sabe de memoria las leyendas de los
epitafios, las fechas y los nombres de cada finado, sabe quién ha sido más
llorado, conoce la soledad de los que no reciben ninguna visita y los trata con más
cuidado. A veces se toma la libertad de sisar alguna flor de los otros, de los
afortunados, y las deja en sus lápidas junto con un padrenuestro o un
avemaría apresurado, que el trabajo apremia y no puede entretenerse. En
las lápidas de los jóvenes y los niños, que por desgracia también las hay,
procura dejar un cuento o una canción mientras las adecenta.
Son sus muertos.
Los muertos que
tanto echa de menos estos días de confinamiento en los que tiene que
conformarse con mirar por la ventana, alargar la vista lo que puede intentando
ver si el camino entre las tumbas está libre de malezas, si las flores están
demasiado secas o si resisten todavía.
Piensa en doña
Magdalena, la más rica del cementerio, con su imponente panteón de
mármol, siempre con un ramo de rosas frescas. Será una más sin ellas, sin la
visita de su esposo, puntual cada día.
Piensa en don
Pablo, su muerto más ilustre. Sus discípulos le dejan un poema
periódicamente y él los está recopilando, ya tiene para publicar un libro.Qué será de él…
Estará mucho más muerto sin sus versos.
Y piensa en El
Drogas, que no tiene ni lápida, que descansa bajo la tierra en un rincón
presidido por una tosca cruz de madera. Se sentirá más arrinconado que
nunca sin sus cuidados.
En el telediario
hablan de más bajas, la cifra crece, las imágenes muestran
centenares de féretros alineados, guardando una distancia de un metro entre
ellos.
Damián mueve la
cabeza de lado a lado con pesar.
No es natural que
la muerte y la vida tengan que guardar distancias, piensa mientras
pulsa la tecla off del mando de la tele.
Dejo el enlace a la publicación: https://www.ileon.com/cultura/106641/distancias
Una delicia.
ResponderEliminarQué buen relato Yolanda!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Gracias Margarita y Nani por acercaros y comentar.
ResponderEliminarEl confinamiento cambia las rutinas de todos, hasta de esos muertos del camposanto...
ResponderEliminarBuen relato.
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
Gracias David, que grata tu visita.
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