
El final de mis cuentos infantiles me lanzaba a los brazos de Morfeo con una promesa de felicidad eterna. Lo que menos me gustaba eran las perdices que acompañaban la dicha prometida, llegado el momento las cambiaría por mis alimentos favoritos: uvas, fresas, cerezas...
El tiempo pasó y en mi mesa no hay fruta ni perdices; la llenan latas de cerveza y ceniceros repletos de colillas. A mi lado ronca el último príncipe que me rescató en un antro oscuro y lúgubre la otra noche, la habitación de la pensión que compartimos no se parece a los palacios de mis cuentos y ya no tengo aspecto de princesa; los excesos de mi vida nocturna han ajado mi piel, y las escasas visitas del dios del sueño han colocado profundas sombras debajo de mis ojos.
Algunas noches antes de tomarme las pastillas, la niña que aún habita en mi interior me lanza pedacitos de recuerdos, mi paladar se llena durante un instante leve como un parpadeo, de un sabor dulce e intenso, como de fruta madura.
Este micro recibió una mención del jurado el mes de septiembre en el concurso de estanochetecuento con el tema: "como fruta madura". Una gran satisfacción ver mi nombre al lado de los que podéis ver como ganadores y resto de mencionados, pinchando en el siguiente enlace.
Este micro recibió una mención del jurado el mes de septiembre en el concurso de estanochetecuento con el tema: "como fruta madura". Una gran satisfacción ver mi nombre al lado de los que podéis ver como ganadores y resto de mencionados, pinchando en el siguiente enlace.