La riada arrasa el
camposanto. Desde la parte alta del pueblo, vemos alejarse los ataúdes flotando en una
marea de lodo.
La Lola va a la vera del
Julián, para sonrojo de sus avergonzados familiares que enmudecen al ver cómo
la naturaleza une lo que ellos se empeñaron en separar. Doña Patro exhibe
su osamenta sin pudor, ante el pasmo de don Nicanor, su frustrado amante, que
no logró despojarla en vida de sus ropas enlutadas.
Todos siguen la misma
corriente, ajenos a nuestro estupor, indiferentes al tañer de las campanas que
inauguran un toque nuevo y desordenado, como la miscelánea que las letras de
los epitafios forman en el cieno.
Cuando todo pasa y sólo el
hedor de la tragedia deja constancia de que no ha sido un sueño, caminamos en
bandada, como pájaros mutilados, en dirección a la plaza.
Pero un pueblo sin sus
muertos pierde su esencia. Los ancianos, los enfermos y tullidos no nos
acompañan, y han echado la tranca en las puertas de sus casas.
Ya está publicada la lista de los relatos que se sumarán al libro de ENTC de esta convocatoria. Aparecer en ella es para mí un premio enorme, por la valía de este sitio y el afecto que a él me une. Si queréis disfrutar el resto de textos mencionados y seleccionados, pinchad aquí