"EL VIAJE DE MARINA"
Desde El Poblado no se ve el mar
que sueña Marina. En su lugar hay un descampado cubierto de plásticos,
preservativos y jeringuillas usadas. Un mar de escombros y desolación en el que
naufragan los ojos de los olvidados.
La niña bucea en la basura en
busca de un camino que la lleve al de verdad. Cada día, mientras el papa dormita
en la sofá uno de sus viajes y la mama sale en busca de clientes, Marina,
acompañada por su perro, se aventura a moverse más allá del descampado en busca
de una pista, un sonido, un olor que la guíe y la muestre el camino hacia el
mar de los niños y las mascotas, que seguramente será el mismo, pues dicen quienes
lo han visto que es tan grande que no se ve el final.
Pero siempre hay alguien que la
devuelve a El Poblado, alguien que amenaza, que tira de ella, que la mira
torcido con unos ojos de pupilas dilatadas y que grita desde una boca
desdentada que la respeta por ser la hija de El Petas y la Reme, pero que tenga
cuidado, que ya se le empiezan a marcan los pechos y cualquier día le van
a dar un viaje. Marina se queda
pensando. Baja la mirada y mete barriga para que los pechos se le marquen un poquito
más, a ver si así encuentra un billete que la lleve hacia el mar.
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