miércoles, 28 de diciembre de 2011

UNA VISITA INESPERADA



No pensaba en ella, me era ajena y distante, nuestra ineludible cita se daría en una noche oscura con mi cuerpo enfermo y agotado tumbado en una cama de hospital, al cabo de muchos años.
Por eso cuando me sorprendió llena de salud y vida rumbo a mis maravillosas vacaciones al Caribe, no podía creérmelo.
El avión se precipitó en cuestión de segundos, creo que el asombro es el último gesto que se dibujó en mi cara, la sorpresa aniquiló el resto de sensaciones que acompañan a  la siniestra dama.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

RADIOGRAFIA DE UN INSTANTE



Me gusta contemplarte así: con la clandestinidad como aliada.
Tus manos escarban la tierra del jardín mientras tu boca tararea una canción. Apartas un mechón de pelo que cae -rebelde-, sobre tu frente. Lo apartas con un gesto mil veces repetido y mil veces fascinante y nuevo, para mí. Tu feminidad aflora en ese vuelo fugaz de tus dedos a tu pelo y se queda prendida en mi embeleso.
Tus manos -rugosas y delgadas-, aún atesoran la suavidad con la que todo lo han tocado; tus ojos, ahora más apagados y acuosos, cuando me sorprenden mirándote  –como ahora, furtivo-  se iluminan y ríen juguetones, llenándome de rubor, como el primer día que te vi.

sábado, 17 de diciembre de 2011

LA CITA

- Eh, eh, Luna, lunita amiga: ¿podemos hablar?
-Dime, buen Sol -contestó la luna gritando-. No quería acercarse mucho a él porque siempre que lo hacía acababa chamuscada.
-Lunita: ¿puedo pedirte un favor? Tronó el Sol, para que su lejana amiga pudiera oírle bien.
-Dime dorado amigo: ¿qué necesitas de mí?
-Ay lunita, es algo muy especial, es un deseo que arrastro desde que tengo rayos. Verás, cuando yo me escondo y el firmamento se cubre de negrura, he oído que se llena de fulgor, que diminutas estrellas lo pueblan con sus formas caprichosas, dime lunita: ¿es cierto que hay unas osas y todo? Me gustaría tanto verlas…
La luna menguó –pensativa-.
-¿Y qué puedo hacer yo para ayudarte, Sol, amigo?
-Puedes decirles que la próxima noche me concedan una cita, que adelanten su visita, ya sabes que yo siempre me escondo a la misma hora, que ellas aparezcan un poquito antes.
La luna se llenó, abrumada, realmente quería complacer al sol, era un buen tipo, pero lo que pedía era imposible.
Bajó sus ojos  –apesadumbrada-, no quería desilusionarle..., después de un largo silencio balbuceó con tristeza: “se lo diré, queda tranquilo”, pero el Sol ya se había escondido, había tardado mucho en  contestar y las estrellas ya danzaban y la rodeaban alegres, exhibiendo una belleza  que no podría admirar nunca su cálido amigo.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Y TÚ ¿QUIÉN ERES?



Yo la abrazaré bien fuerte y me la llevaré conmigo, no sabrá apreciarlo, hace tiempo que vaga por mundos a los que no tengo acceso, pero la llevaré de todos modos; seré yo quien peine su pelo cada día, quien la vista, alimente y  arrope en medio de la noche.
Acabo de decírselo, pero la expresión de su rostro no ha cambiado, me ha mirado y ha dicho: ¿y tú quién eres?

martes, 13 de diciembre de 2011

PEGADA A MI







Siempre pegada a mí: amiga indeseada.
Mis tretas para darle esquinazo no han dado resultado; de niña la escondía detrás de mis juguetes pero ella se las ingeniaba para zafarse de ellos y pegárseme otra vez.
En mi adolescencia se adueñó de mis ansias de triunfo, las ahogó: despiadada. 
De adulta, en ocasiones llegué a necesitarla, pero ella -caprichosa- , acudía a destiempo a mis llamadas.
En mi senectud se ha convertido en mi guardiana, a su lado voy desgranando mi pasado en las largas horas de reposo en mi hamaca.
Siempre soledad has sido testigo muda de una vida que en ti empezó y en ti acaba.

EL DIAGNÓSTICO


La enfermera me nombró en tercer lugar, después desapareció cerrando la puerta tras de sí. Faltaban poco: unos minutos apenas. La sentencia sobre mi vida sería desvelada.
Cuando llegó mi turno una inesperada punzada de pánico me invadió. Escruté el rostro del médico, anticipando la respuesta en él. Solo encontré inexpresividad. Me pregunté si para él, un fatal diagnóstico, supondría un revés en su vida diaria. ¿Significaría lo mismo que para mí la pérdida de un cliente? Alzó sus ojos un leve instante, después los fijó otra vez en los papeles y empezó a hablar. Ya estaba, detrás de una jerga médica en la que me perdí, una palabra quedó prendida de mi expectación: metástasis.
Curiosamente, me relajé. El pánico que me había atrapado me soltó y liberó el peso del peor de los males: la incertidumbre.

sábado, 10 de diciembre de 2011

A "JUAN SALVADOR GAVIOTA"

-¿Me está mirando?
 -No, no creo ¿Qué puede haber en mí que despierte su interés? Tal vez el destello plateado de mi silla de ruedas la ha deslumbrado y por eso mira hacia aquí. ¿Qué más da?, es sólo una gaviota, una entre tantas que alborotan al lado del mar; no posee la elegancia del albatros, ni la majestuosidad del águila, hasta una paloma la supera en importancia, al menos ellas son portadoras del mensaje de la paz.
Sigue observándome, su mirada inquisitiva me traspasa; hasta parece comprender mi dolor, ¿quién sabe? tal vez se ha dado cuenta que la envidio: ella puede volar y yo ni siquiera puedo caminar…, cambiaría mi pesada silla por su baranda, desde ella debe verse el mundo pequeño, los problemas lejanos y la libertad tan cercana...
Seguro que pronto se irá: entregadas sus alas al viento; yo también la miro, mientras su ojo izquierdo se fija en los míos algo se remueve en mi memoria…
¡Ya sé! era el libro preferido en mi adolescencia, ¡lo releí tantas veces!, estaba lleno de magia…, se me antoja que mi gaviota voló desde sus páginas hasta aquí, para curar con el bálsamo de su mensaje, mi alma herida.

viernes, 9 de diciembre de 2011

IN MEMORIAM

No te concibo callada,
no te concibo dormida,
No te buscaré entre muertos
a ti, dueña de la vida.
Dicen que te lleve flores
que las deje allí tendidas
Sobre el mármol blanco y frío
bajo el que duerme tu vida.
No te concibo en silencio,
 entre sombras, aterida
No te buscaré entre muertos
tu bandera era la vida
Mientras a tu lado dejan
claveles y clavelinas
Yo evocaré el huidizo
eco, de tu alegre risa.

jueves, 8 de diciembre de 2011

LA VISITA


Era un colgante fascinante, mamá sólo lo lucía  en la reunión familiar de año nuevo, el resto del tiempo descansaba, escondido, en la caja fuerte del salón. Algún día sería mío. La tatarabuela ordenó que pasara a las féminas primogénitas de cada generación. La siguiente soy yo. Me fascina mirarlo cada año colgando del cuello de mamá. Cuando sea mío no me separaré de él. 
Es Navidad y este año no me han despertado los sones de alegres villancicos que cada año inundan la casa. El espectáculo es bien diferente: mamá llora abrazada a papá y unos policías inspeccionan el desbaratado salón.
No hay ninguna puerta ni ventana forzada, nadie ha visto ni oído nada, no saben cómo ni por dónde ha entrado el ladrón. El colgante ha desaparecido.
Nerviosa vago por la casa. Me detengo al lado de la chimenea, llama mi atención un diminuto trozo de tela roja rasgada que aparece enganchada a un ladrillo de la chimenea.
Papá Noel no ha dejado regalos este año, pero si que nos ha visitado.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

EL BRINDIS

Los últimos rayos de Sol, se despedían –perezosos- de los extensos viñedos dando paso a la negrura de una noche que se vestía de fiesta a solo unos metros, en el interior de nuestra casa. Los invitados sepultaban con sus risas y charlas el habitual silencio de nuestro salón. Todo estaba listo para la doble celebración: el compromiso de mi hermana y la presentación en sociedad de nuestro vino estrella, el de la cosecha del 70; su caldo había reposado mimado como un frágil bebé en las mejores barricas de nuestras bodegas. Sólo lo habían probado Lucia y el abuelo, cuyo semblante garantizaba el excelente resultado, no en vano poseía el paladar más experto y cotizado de toda la comarca.
La mesa ya estaba preparada,  miré  a papá y le interrogué con la mirada mientras tomaba la botella para llenar mi copa. Su negativa me llegó con la firme presión de su mano sobre mi hombro: “llénala de agua, aún no tienes edad”. Con casi doce años no podía tomar ni un poquito, así era papá. De mala gana me dirigí a la cocina en busca de agua. Me sorprendió un ruido en la despensa, entré bruscamente y allí estaban mi hermana  y Rodrigo fundidos en un apasionado beso. Quedé a un palmo de ellos, casi formando parte de su intimidad, Lucia se apartó de él y me sonrió, cariñosa. Con el rubor coloreando mis mejillas y mi copa llena de agua me dirigí al salón, seguido por los tortolitos.
            El abuelo tomó la palabra: “Por el mejor vino de nuestra historia, su excelencia le hará grande. Lucia por  favor, tú eres su madrina, desvela su nombre”.
            Ella alzó su copa mirando –cómplice-, a Rodrigo. “El nombre del vino nace de su sabor dulce e intenso, saborearlo te hace sentir especial, su esencia acaricia el paladar llenándolo de  suaves y ardientes sensaciones: como los besos de amor.  Se llamará: PASIÓN”.  En aquel momento entendí  la finalidad de su  beso. Todos aplaudieron y brindamos. El contenido de mi copa en mi paladar, me hizo sentir diferente, pequeño e ignorante, casi invisible.                                  
Calculé el tiempo que me faltaba para conocer los sabores de los que hablaban: vinos y besos de amor; tan remotos los unos, tan inciertos los otros; creo que le debo a ese día mi exitosa profesión de catador de vinos, mientras el agua insípida recorría mi garganta, mis sentidos soñaban con aquellos sabores que en aquel momento me eran vedados, supe entonces que un día serían mi vida.

CUENTAME UN CUENTO

Cada noche mi imaginación encuentra al lado de la cama de mi hijo sus alas para sobrevolar mundos imposibles, personajes llenos de encanto, parajes mágicos…, es nuestro momento preferido del día, él fija sus ojos en  mis gestos y su cara va dibujando el asombro, el susto, la alegría…, al ritmo que le marquen mis narraciones, el final siempre es feliz y la última expresión de su rostro antes de dormirse es de placidez.
Hoy no encuentro mis alas.
Hoy no encuentro las palabras y mi hijo comienza a impacientarse.
-Mamá, cuéntame un cuento.
Cojo sus manos y le miro a los ojos.
Empiezo a hablar despacio desgranando las palabras con suavidad:
Mi cuento habla de una familia como la nuestra: un padre amable y cariñoso, una madre entregada a sus hijos, una hermana mayor y un niño de 5 años, como Guille.
-¿Qué pasaría si las hadas quisieran llevarse con ellas a la mamá?, solo se llevarían su cuerpo en realidad, ella seguiría con el papá y los hijos, aunque no pudieran verla ella les vigilaría y les mandaría su cariño y sus consejos.
-Tiene que ser muy emocionante visitar el país de las hadas, si ellas quisieran llevarme me gustaría ir y  no pasaría nada, seguiría contigo y cada noche dejaría un cuento muy bonito posado en tus sueños para estar juntos ¿qué te parecería Guille?
Mi hijo con el gesto huraño me mira muy serio:
-Que las hadas ya no serían mis amigas si te llevan, yo te necesito más. Cuéntame otro cuento mamá, ese es muy feo.
Lucho contra las emociones que amenazan con ahogar mi voz, trato de olvidar el grave diagnóstico del oncólogo  sobre mi vida y comienzo una historia nueva, para Guille:
“Existió hace muchos años en unos mares lejanos un temible pirata…”
El rostro de mi hijo se viste de emoción, una noche más.

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LA MUJER DEL ESPEJO

Me gusta la imagen que me devuelve el espejo.
En otra época, mostraba una joven más o menos bonita pero insatisfecha y malhumorada, que encontraba en su imagen mil defectos.
Yo soy la mujer que refleja ahora el espejo. La dueña de ese rostro equilibrado lleno de seguridad y sosiego. Y de arrugas, ojeras y manchas. Me ha costado llegar hasta ella y hacer de aquella chiquilla presumida, una mujer responsable y luchadora. Ayudarla a vencer el desencanto y el desánimo no ha sido fácil, como no lo ha sido ayudarla a superar el desamor, y mucho menos enseñarla a apreciar de la vida: su esencia; a desechar lo banal; a no perder el tiempo con lo superfluo.
Pero lo he conseguido. Ese triunfo es solo mío. Por eso disfruto mirando el reflejo que me devuelve ahora el espejo: ha sido duro y muy caro llegar hasta él.
Pero, ahora sí: es mi reflejo.
http://www.ivoox.com/mujer-del-espejo-yolanda-nava-miguelez_md_913447_1.mp3

DOÑA JIMENA

Nada en su aspecto era agradable: su pelo lacio caía desordenado sobre su piel macilenta y apagada, sus ojos grises parecían mirar cada uno hacia un sitio diferente, su nariz desafiaría los limites estipulados para el tamaño de las narices si estos hubieran sido fijados alguna vez, su boca exhibía un gesto hosco, de disgusto, y su cuerpo…., qué decir de sus hombros estrechos en contraste con el abultado tamaño de su vientre, sus piernas sin embargo, seguían la estética de hombros y brazos y de tan delgados, parecían a punto de romperse.
Su carácter era tan complicado como su aspecto, y no se relacionaba ni hablaba con nadie.
Así era doña Jimena; su edad era por descontado todo un misterio pues su complejo aspecto daba pocas pistas acerca de la misma; se rumoreaba que rondaría los sesenta, claro que bien podían ser setenta o cuarenta...
Siempre estaba sola ¿quién iba a querer estar cerca de un ser así?; el interés que despertaba en los demás, duraba lo que se tardaba en inspeccionar su aspecto y comprobar que nada era postizo, que semejante engendro era real.
Hace unos días, ha aparecido muerta a un lado de la carretera, algún desalmado la atropelló y ni se dignó auxiliarla, así pues, murió como vivió: sola.
Se ha desvelado el contenido de la mugrosa bolsa de tela que colgaba de sus hombros: un monedero raído con unas monedas, un pañuelo sucio, una manzana y una nota fechada hace 60 años dirigida a una casa cuna: “Quién recoja este bebé rogamos lo trate con dulzura, es hija de un conde y su sangre es noble, se abandona por haber nacido fuera del matrimonio, el dinero que acompañamos será suficiente para darle la vida que se merece”
El gesto hosco de su boca se ha borrado con el impacto en el accidente, y la expresión desagradable de su rostro se ha suavizado, por primera vez su semblante exhibe una expresión relajada, llena de paz.

domingo, 4 de diciembre de 2011

POR CARIDAD

En la consulta entró una mujer de edad indefinida con la mirada perdida y aspecto desaliñado; se sentó antes de que la invitara a hacerlo y comenzó a hablar en un monólogo que rememoró los acontecimientos de un tiempo que sepulté y aparté de mi vida, convencido de que nunca volverían a ella.
…”mi niña era tan dulce, tan inocente, y se fue así, sin más, sin despedirse, no volví a verla, la encontraron destrozada… su cabello pegado a la cazadora que le regalé en navidades. Ese hombre fue su fin, la engatusó con su porte y su labia, nunca lo trajo a casa, no le conocí, no le hizo falta mucho tiempo para estrangularla,  ¿por qué?, ¿qué había en su inocencia que despertó ésa furia en él?”…
Siguió hablando y yo, callado, quise gritarla que su cabello rubio de princesa y su piel translúcida y de terciopelo iban a ser de otro y eso no podía ser, quise gritar que aquel día que me dijo que todo acababa entre nosotros, algo más fuerte que yo se lanzó a través de mis manos sobre su cuello de cisne blanco y suave, y lo partió para siempre. Quise gritar que no sentí culpa al hacerlo, que no he sentido nunca remordimiento sino una gran paz al saber que fue sólo mía, sólo mía: cómo tenía que ser.
“Doctor ayúdeme no puedo seguir viviendo con este dolor pegado a mi alma, deme algo que alivie esta locura. Han pasado los años y no consigo dormir más de dos horas al día”.
Yo, sin embargo, duermo estupendamente cada noche, aún conservo la cinta que recogía su pelo aquella tarde, es una cinta de terciopelo rojo que conserva su aroma, antes de acostarme la acerco a mi nariz y me acuesto feliz al saber que sólo yo poseo ese recuerdo.
La mujer me mira sin llegar al fondo de mis ojos, estrella su dolor ante mi rostro inexpresivo, de pronto al observarla veo un resquicio de su hija en sus rasgos finos y su piel translúcida, “que alivie su dolor”, me pide desesperada. Me acerco a la puerta y hecho el pestillo. Por la espalda rodeo con fuerza su cuello y lo giro en un movimiento fuerte y firme, su dolor ha terminado ya, relajado me dispongo a trazar un plan para eliminar las huellas de mi acto caritativo.

LA NIETA DE DOÑA EULALIA

Hay que ver que chica más rara,  esas pintas que lleva siempre la tienen en boca de todo el vecindario, ¡qué vergüenza!, si doña Eulalia levantara la cabeza con lo elegante que ella era.., mejor que no haya llegado a verla, siempre vestida de negro que da escalofríos, con esos ojos y labios pintarrajeados y esas greñas tan lacias, y qué decir de esos adornos metálicos que le cuelgan de la nariz: escandalosos.
Dice mi nieta que va así porque es "gótica". ¿Gótica?, que yo sepa las góticas vivían en Grecia y vestían unas túnicas bien finas y elegantes y ella parece un ser del más allá..., ¡ay si doña Eulalia levantara la cabeza!

sábado, 3 de diciembre de 2011

LA DESPEDIDA

Intercambiaron sentimientos, fluidos, bienes materiales, espacio, tiempo…,  mas, el hastío se acomodó entre ellos, la magia se tornó rutina, la pasión se fue haciendo pequeña  y, una noche muy negra se miraron y se encontraron con los restos de una vida ya gastada;  asustados se abrazaron y en el abismo de sus soledades compartidas, se prodigaron una profunda mirada, sellando con ella su despedida.