domingo, 23 de diciembre de 2012

MINIS.HUMOR.NEGRO


EL JUEGO
Tendrás que quedarte así, inmóvil sobre la alfombra, hasta que venga papá y me diga cómo se mete otra vez la bala en la pistola.

PUZLE
No encuentro la mano derecha y este pie es demasiado pequeño y no encaja en esta pierna masculina. Prefiero los puzles de cartón y en miniatura, son más manejables que los reales.

EL ÚLTIMO TREN
Ya oigo cómo vibran las vías sobre mi espalda, hoy el tren de las cuatro llega con retraso, son las cuatro, diez minutos y trein….

CAFÉ SOLO
Era un gruñón insoportable, se quejaba por todo, empezaba con el desayuno: zumo, café y tostadas… ¡siempre lo mismo! Hoy le he añadido unas gotitas de cianuro en el café: para variar.

UNA COMPAÑERA
Cada vez huele peor, abrir la ventana ya no es suficiente, tendré que enterrarla y sustituirla por otra.

INSPIRACIÓN
Lo siento, he de experimentar para darle realismo a mis historias. La última era de payasos y trabajé en un circo, esta trata sobre un psicópata y…, la joven no escuchó la explicación, su cuello se quebró entre las manos del extraño  antes de que este  terminara la frase.


miércoles, 19 de diciembre de 2012

UNA MUÑECA DE OJOS AZULES


Cada seis de enero encontraba  la decepción llenando mis zapatos.

Ante mis ojos desfilaban las caras sonrientes de mis amigas con las manos llenas de juguetes: muñecas de preciosos vestidos y unos ojos tan azules que parecían trocitos de mar. Espléndidos juegos de mesa, combas, pelotas y hasta bicicletas, desfilaban ante mis atónitos ojos. 
Yo ocultaba mi bolsa de golosinas: peladillas, regaliz y un dulce que los reyes debieron copiar a mamá, porque era igualito al que ella hacía en el horno: una anguila con caramelo pegado por encima con dos trocitos de fruta confitada que se convertían en fulgentes ojos. La escondía junto a mi frustración en lo más profundo de mis bolsillos. 
Podía haber sido peor, por lo menos me había librado del carbón. 
La próxima Navidad sería diferente..., y empezaba a soñar con una muñeca de ojos azules sonriéndome, diciéndome que sí, que por fin era una de ellas. 

sábado, 1 de diciembre de 2012

EL RAMÓN Y LA MANUELA




Manuela guardaba en cada “ay” las huellas inclementes de fríos y calores excesivos, y de continuos madrugones y trasnoches cobrados a sus interminables jornadas de trabajo. Sus numerosos hijos y las labores del campo y la casa, habían llenado su cuerpo de artrosis, migrañas, y otros males que hacían de sus días una carga cada vez más pesada.
Su marido tenía también la piel curtida, “¿el Ramón?, un trabajador infatigable” comentaban en los corrillos los  viejos del pueblo. Lo llenaban de laureles y alabanzas; la Manuela pasó al lado de los tertulianos con una cesta llena de ropa sucia camino del lavadero: un arroyo de agua helada; los hombres la saludaron con un leve meneo de cabeza y algún “qué hay”, sin apenas mirarla.
Ella continuó con paso cansino su camino, ellos siguieron a lo suyo, pero las palabras que  escuchó sobre su marido la persiguieron como impulsadas por un viento repentino, convertidas en zumbonas avispas machacaban con su soniquete sus oídos: “¿El Ramón?, un trabajador infatigable”. 
Algo se removió en su interior mientras visualizaba a su marido sentado en el banco de la cocina urgiéndola a poner la cena: “mujer, ¿todavía no está la tortilla?..., y estos mocosos, ¿qué hacen aquí dando guerra?, ¡tenían que estar ya acostados!”