El llanto de un bebé se colaba en sus sueños. O en sus realidades. Su habitación estaba pegada al salón y el llanto parecía llegar del otro extremo de la casa, de la habitación pequeña. Con toda seguridad procedía del piso contiguo pues estaba sola.
Intentaba distraer sus pensamientos con otras cosas para olvidar el pertinaz sonido. Al día siguiente tenía que ir de compras, faltaban mil detalles para convertir el piso en un hogar, para eliminar ese aire aséptico que convertía sus estancias en lugares desangelados. También tenía que arreglar papeles: bancos, empadronamiento…
El llanto otra vez. Con distinto ritmo, pero más vivo aún.
Intentaba distraer sus pensamientos con otras cosas para olvidar el pertinaz sonido. Al día siguiente tenía que ir de compras, faltaban mil detalles para convertir el piso en un hogar, para eliminar ese aire aséptico que convertía sus estancias en lugares desangelados. También tenía que arreglar papeles: bancos, empadronamiento…
El llanto otra vez. Con distinto ritmo, pero más vivo aún.
Se sorprendió yendo a inspeccionar la habitación de la que parecía venir el sonido. Este evidenciaba a medida que se acercaba, su realidad. Temblando empujó la puerta, el sonido cesó y del otro extremo de la casa, el que ocupaba su propio cuarto, brotó una nana infantil en una voz dulce y maternal.
Sí, creo que era difícil de alquilar, no me extraña, habitado tal vez por anteriores inquilinos. Muy buen relato!!
ResponderEliminarSi, muy bueno y con misterio...
ResponderEliminarSe trataba de un piso compartido ¿no?. La memoria es tan frágil ....
ResponderEliminarEs un piso ocupado por fantasmas de anteriores moradores. Gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarEste relato me ha recordado a una película: "La habitación del niño", y la nana me ha dejado volar la imaginación esta perversa que tengo. Un relato bien logrado.
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