Ella pertenece al mar. La
parieron en un barco a la deriva y tiene en la piel el tacto líquido y tibio de
las aguas. Es adicta al canto de los
delfines. Al rumor de los vientos. A trenzar algas con corales.
A él lo alumbraron en la
inmensidad ardiente del desierto hace más de dos décadas. Tiene en su piel el
color de la arena y cabalga sobre dunas de oro a la caza de oasis verdemar.
El destino -alquimista
avezado y caprichoso- los cruzó el día que ella, escupida por la furia de la
tormenta, arribó en el mismo puerto al que lo lanzaron a él los vientos que
bebieron su erial.
Ella, fascinada por el ámbar
de sus ojos, renegó de las aguas.
Él, inmerso en los mares de
los de ella, no volvió la vista atrás.
Viven de una manera nueva.
Aunque a veces, cuando él no la ve, ella acude al reclamo de las olas que
visten su nostalgia con espuma y sal. Mientras, él se empapa de sol, hechizado
por los caminos áureos que dibuja el pajizo horizonte al amanecer.
Con este relato participé en ENTC tema "a mi manera", os dejo el enlace a la publicación aquí.
Con este relato participé en ENTC tema "a mi manera", os dejo el enlace a la publicación aquí.
Prosa poética con sabor a sal.Un relato bello.
ResponderEliminarUn abrazo de arena y mar.
Gracias Lola.
ResponderEliminarUn abrazo.