La casa entera se desplomará sobre ella. Ya sucumbieron las flores del jardín rendidas al frío de sus manos. Y las mascotas. Flu-flu, el canario, poco a poco fue apagando sus cánticos y una mañana apareció tieso dentro de su jaula. Le siguió Mis-mis, el meloso gato de pelo gris, el veterinario no encontrando una lógica para su muerte, dictaminó que la causa pudo ser el envenenamiento provocado por algún alimento en mal estado que comiera por ahí, callejeando.
Pronto la casa comenzó a morir también: las paredes se llenaron de agujeros y desconchones, los muebles, de carcoma. No iba a volver. La certeza de su ausencia clavaba una estocada mortal en su pecho. El aire de la casa contaminado con su recuerdo la impedía respirar; rendida, se dejó caer en la destartalada cama mientras las grietas de las paredes se agrandaban y el techo cedía sellando su tumba.
Pronto la casa comenzó a morir también: las paredes se llenaron de agujeros y desconchones, los muebles, de carcoma. No iba a volver. La certeza de su ausencia clavaba una estocada mortal en su pecho. El aire de la casa contaminado con su recuerdo la impedía respirar; rendida, se dejó caer en la destartalada cama mientras las grietas de las paredes se agrandaban y el techo cedía sellando su tumba.
Defines muy bien la decadencia de la vida del personaje. Crea desazón que no deja indiferente
ResponderEliminarEse "dejarse morir" del personaje se contagia a la casa, que también sucumbe por esa ausencia.
ResponderEliminarTriste pero muy buen relato.
Un beso.
Muy triste y bien plasmada la decadencia de la casa y de la protagonista. Siempre es un placer leerte, amiga.
ResponderEliminarBien narrado, llegas al lector fácilmente.
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