Ante mis ojos desfilaban las caras sonrientes de mis amigas con las manos llenas de juguetes: muñecas de preciosos vestidos y unos ojos tan azules que parecían trocitos de mar. Espléndidos juegos de mesa, combas, pelotas y hasta bicicletas, desfilaban ante mis atónitos ojos.
Yo ocultaba mi bolsa de golosinas: peladillas,
regaliz y un dulce que los reyes debieron copiar a mamá, porque era igualito
al que ella hacía en el horno: una anguila con caramelo pegado por encima con
dos trocitos de fruta confitada que se convertían en fulgentes ojos. La escondía junto a mi frustración en lo más profundo de mis bolsillos.
Podía haber sido peor, por lo menos me había librado del carbón.
La próxima Navidad sería diferente..., y empezaba a soñar con una muñeca de ojos azules sonriéndome, diciéndome que sí, que por fin era una de ellas.
Qué tierno es tu micro...me ha gustado especialmente la frase "la escondía junto a mi frustración, en lo más profundo de mis bolsillos" Es toda una declaración de principios.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias por pasarte Paloma.
EliminarBesos.
Muy tierno...
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EliminarSí, y también esconde una realidad dura, no es fácil entender esa desigualdad en un reparto hecho por seres mágicos.
Un abrazo.
Mi abuelo decía que estas fiestas eran terribles porque mi mamá sabía que ellos eran pobres, que no podían regalarle la bicicleta: lo que mi mamá no entendía era por qué no llegaba con la navidad o los reyes...
ResponderEliminarTierna y melancólica historia
Abrazo
EliminarPatricia, me encanta encontrarte de nuevo, seguro que tú hubieras hecho con esta idea una historia preciosa, eres un referente para los que compartimos esta afición.
Gracias por pasarte, maestra.
Fuerte abrazo.
Un relato emocionante, gracias por compartir.
ResponderEliminarque tengas un buen fin de semana.
¡Feliz Navidad!
Gracias Ricardo. Felices fiestas también para ti.
EliminarUn abrazo.