Era un colgante fascinante, mamá sólo lo lucía en la reunión familiar de año nuevo, el resto del tiempo descansaba, escondido, en la caja fuerte del salón. Algún día sería mío. La tatarabuela ordenó que pasara a las féminas primogénitas de cada generación. La siguiente soy yo. Me fascina mirarlo cada año colgando del cuello de mamá. Cuando sea mío no me separaré de él.
Es Navidad y este año no me han despertado los sones de alegres villancicos que cada año inundan la casa. El espectáculo es bien diferente: mamá llora abrazada a papá y unos policías inspeccionan el desbaratado salón.
No hay ninguna puerta ni ventana forzada, nadie ha visto ni oído nada, no saben cómo ni por dónde ha entrado el ladrón. El colgante ha desaparecido.
Nerviosa vago por la casa. Me detengo al lado de la chimenea, llama mi atención un diminuto trozo de tela roja rasgada que aparece enganchada a un ladrillo de la chimenea.
Papá Noel no ha dejado regalos este año, pero si que nos ha visitado.
Que la crisis azota a todos no? Muy original ese Papá Noel ladrón.
ResponderEliminarSaludos
Gracias Paloma!
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